Ella y sus pies descalzos -dos sirenas,
cuatro gorriones tristes en un charco-,
salvan mi corazón del desembarco
de la noche. Y al ver las lunas llenas
de sus senos -abiertas azucenas-
perfumando las sombras bajo el arco
de mi ceja, incendiándome las venas,
anunciando el naufragio de este barco
cargado de morenas...; le alzo el pelo,
desciendo el tobogán al que me sube
su cuerpo, tomo aire para el vuelo
y susurro a su oído: tras la nube
de tu pubis, pequeña, el terciopelo,
¿tiene alma o sólo ingles de querube?
Antonio Ramos -ESPAÑA-
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