Por las mañanas yacen los deseos en el café amargo que
me gusta. Me satisface como una noche después de
tener sexo, de poder brincar en la cintura de unos labios
que atraviesan mi garganta, bajo un influjo donde se
pierde los sentidos. Estoy aún medio adormilada,
pensando en esa locura que horas antes has hecho
estremecer mi cuerpo.
Algunos callan pasiones porque les devora el apetito, yo
me devoro pensando en esperar a que vuelvas a
relamerte en mis brazos y me seduzcas con una palabra
prohibida al gusto de tu bajeza.
Las bajezas humanas se esconden en tejidos entallados
de la propia hipocresía, son instintos, pasiones, deseos
que ocultamos a los demás como un tesoro encurtido en
la piel que solo se abre a la noche como al abrirte de
piernas, esperando a que saltes encima de mi propio
instinto, y extraigas la sabia que el jodido día escuece en
mi interior...
Porque el sexo, como todo es a veces, lo único que
podemos encontrar como alivio a nuestras propias
mediocridades, la tregua de la vida que permite por un
momento, abandonar nuestra injusta, podrida, e inútil
(en ocasiones) existencia.
Del libro Ego Amare de
ISABEL REZMO -Úbeda-
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