Las bicicletas estaban en la puerta. En unos minutos saldrían para una acampada en la montaña. En las mochilas llevaban bocadillos y algo de fruta. Él los encontraría unas horas después en el punto de acampada. Al no saber montar en bicicleta era el encargado de transportar la tienda, los sacos de dormir, las provisiones, los cubiertos y ropa para cambiarse.
El lugar elegido fue la orilla de un río de la sierra. Serían unos días maravillosos gozando del aire puro y de la paz de aquel paraje extraordinario. Tras dejar el coche en el aparcamiento buscó el lugar más idóneo para instalar la tienda. En unos días aquel lugar estaría lleno de campistas. Ahora tendrían todo el espacio para ellos. Halló un buen espacio. Subió por la tienda y empezó a instalarla. Sus amigos tardarían aún unas horas pero cuando llegasen todo estaría preparado.
Cuando llegaron los ciclistas al aparcamiento vieron el coche de su amigo. Se echaron las bicis al hombro y bajaron al río. Allí estaba la tienda. Dentro de ella los sacos, las provisiones, las ropas, pero su amigo no estaba. Lo buscaron por los alrededores pero no apareció.
Anocheció. Todos estaban cada vez más nerviosos ante la ausencia de su amigo. Deseaban verlo aparecer en cualquier momento.
Nunca volvieron a verlo. Solo el río fue testigo de lo sucedido.
JOSÉ LUIS RUBIO
Conmovedor e inquietante relato.
ResponderEliminarAprovecho la visita para invitarte a mi blog de poesía, si gustas.
Gracias!