I
A veces, cuando olvido estas dos manos
y en paréntesis del día
—tiempo hendido—
vuelvo a ellas, por azar,
y las miro,
las descubro tejiendo en el silencio
signos claros, transparentes
con un hilo
diferente al del tiempo, diferente
a la lúgubre luz que me limita
y sostiene el contorno de mi rostro.
Otra luz más liviana las envuelve;
las ocupa, se hace cuerpo en ellas,
brota.
¿Quién trabaja, aquí, en mis manos,
me suplanta y desovilla?
Lo que fue zurciendo el día
lo deshacen estas manos
que me miran y despojan
y rezuman una herida.
II
Como si por vez primera:
desnudos, limpios, vacíos,
los ojos abiertos, mudos,
al tacto del aire heridos.
Acuden mis palmas, velan
el mundo recién nacido.
Descanso en ellas y el rostro
se desmorona hecho río.
Micaela Paredes -Chile-
Publicado en La Náusea
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