martes, 19 de septiembre de 2017

VELERO DESIERTO


No sabía cómo llegó al barco. Estaba allí. Era un viejo velero con sus velas desplegadas al viento pero inmóvil. El ancla había sido sujetada al fondo. Anduvo la cubierta, de proa a popa, sin encontrar nadie. Tampoco estaba el timonel en el timón, ni el capitán ordenando las maniobras. Seguramente estarían todos en los camarotes descansando o en la cocina devorando el rancho. Pero tampoco en estos lugares estaban los marineros. El velero estaba desierto. Se acercó a estribor y no vio tierra. Igual ocurrió a babor, a popa y a proa. El barco estaba en medio del mar y sin tripulación. Ésta debió abandonar el velero en los botes porque no había ninguno a bordo. ¿A dónde fueron? ¿Por qué? Buscó el camarote del capitán y una vez en él lo registró. En un cajón encontró el cuaderno de bitácora y en la última página decía: Hoy abandonamos el velero, en los botes, sin rumbo fijo. En el último mes fallecieron seis tripulantes, entre ellos el médico de abordo. Nerviosa la tripulación ante las extrañas muertes, decidieron abandonar el barco. Me opuse pero no conseguí hacerles cambiar su decisión. Al final decidí marcharme con ellos y abandonar el velero. La soledad me aterraba. Así que el 20 de marzo de 2020 abandonamos el Luna Llena.
Así terminaba el cuaderno de bitácora. Según lo escrito era peligroso permanecer en el barco. Unos minutos más allí podía ser fatal. Sintió un fuerte escozor en la garganta.

JOSÉ LUIS RUBIO 

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