Los ángeles no suelen mostrarse en ciertos sitios
y no es que no lo tengan permitido, allá ellos,
por eso, los pocos que hay en ese barrio son de piedra,
pero allí suele haber muchos fantasmas de buena calidad,
aunque siempre llegan con esa sensación de agotamiento,
de triunfo intrascendente, como de haber cruzado un
médano,
los fantasmas nunca han querido tratos con la muerte,
suelen llegar ebrios de vida a los tropiezos,
contrariados de no sentir más la excitación del verde,
de respirar el humo sin las bondades del fuego
de soportar el maltrato del viento sin el ruido de la tienda
calcinados de sed beben un agua que no existe
se abrazan a las almohadas pensándolas mujeres
han sufrido el otoño de la carne y se tapan los huesos con
recuerdos,
buscan salir de las tinieblas sin linterna, pero el único
resplandor son ellos
andan buscando las cosas que han perdido sin aviso
y a fuerza de estar atentos a los quehaceres llegaron todos
a su fosa a destiempo, la encontraron sin nombres ni
epitafios,
la reconocieron por el infierno y se negaron a entrar,
a otro perro con ese hueso,
si dicen que Dios lo arregla todo, quieren verlo
Horacio Martín Rodio (Argentina)
Finalista del IX Certamen Internacional de Poesía Fantástica
Publicado en la revista digital Minatura 156
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