No podrá persuadirme la muerte cotidiana.
Apartad de mi casa sus signos de ceniza,
su aliento de murciélago,
su cráter amarillo.
Ya sé que sus heraldos sombríos multiplican
en ventanas y sótanos,
en mercados y sábados,
el olor implacable de sus esquinas húmedas.
Apuesto por la vida.
A pesar del espía que soborna silencios
y el sabueso de sangre, traición, infamia y lodo.
A pesar del comercio diario del saludo.
Apuesto por la vida, lo nuevo y lo posible,
la cíclica sonrisa de las uvas,
la silenciosa nostalgia fluvial del arroyito,
la silenciosa nostalgia marítima del río,
la silenciosa nostalgia terrícola del mar,
¡este sueño de arcilla!
Algunos secretos alfareros
están imaginando la silueta del día.
¿Por qué ha de estar eternamente
prohibida la alegría?
JUAN MANUEL MARCOS -Paraguay-
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