Aún recuerdo la luna pequeña,
negándose a reflejar su luz en el puerto,
que en esa oscuridad se volvía anónimo.
La gente desde el balcón
ajena a mi presencia observante,
se movía lenta, sin entusiasmo,
todo pareció perder el rumbo.
Apoyada en el ventanal de cristales,
esa noche cualquiera, leí las señales,
supe que era el final, en un instante.
Me llegó esa verdad como un grito,
al fin se cerraba el capítulo
de ese amor infantil y egoísta
que me tenía atrapada y ciega.
No fue dolor , fue un suspiro
resignado, estoico, casi de alivio,
la obra debía terminar,
uno de los actores ha mentido,
precisamente a la más orgullosa
de las amantes.
Esa noche la despedida fue distinta,
mi corazón ya te veía como niebla,
mi fuego se apagó y no lo notaste,
¿Como lo supe ?
Siempre sé cuando algo ya no es,
la magia abandona mi vida,
dejando mi percepción alerta
como una celosa fiera
que otea el destino adelante
atrapando certezas.
Esa noche oscura de verano,
se cortó el hilo de la trama
que tenía tu nombre grabado
en mi urdimbre de hembra.
Cecilia Conejeros
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