Cuando iba caminando
por el bosque he visto
a un niño llorando
porque a su padre ha perdido.
Me acerqué a consolarlo
y le dije que le ayudaría
si dejaba de llorar a encontrarlo
porque muy lejos no estaría.
Anduvimos unos metros
y al doblar una esquina
vimos unas huellas en el suelo
que hacía la carretera se dirigían.
Seguimos las huellas y al final
del camino vimos sentado
en un tronco al padre del chaval
que salió corriendo a abrazarlo.
Me despedí de ellos esperando
que se cruzasen nuestros caminos
de nuevo cualquier día del año
entre aquellos milenarios pinos.
JOSÉ LUIS RUBIO
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