Rodolfo Leiro, en larga vida tuvo
pleno dominio del exacto metro,
y tuvo siempre el luminoso cetro
en los altos sitiales donde anduvo.
De pronto el corazón se le detuvo:
el mundo que habitaba va de retro;
ahora que en sus ámbitos penetro
reconozco las luchas que sostuvo.
Hay tanta luz adentro como afuera;
la casa en abandono es una hoguera
que deja el vate con perenne llama.
Los cirios se acumulan en la tarde
y todo el monte de las letras arde
con la chispa que brota de su fama.
Francisco Henríquez -Cuba-EE.UU-
Publicado en la revista Oriflama 25
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