Este helado y fino aire
en una soleada mañana
de otoño,
ventea las ascuas
del fuego encendido
durante la noche.
Brasas donde incinerar
el tibio regalo de la vida.
Cenizas ofrendadas
al viento
por el alma que despierta,
tras la libación
de la belleza sin medida
de la luz,
del misterio,
del silencio.
ALMUDENA TARANCÓN SÁNCHEZ -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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