En el santuario de mis soledades,
me abandono en sueño trémulo
mientras me acarician los aromas
infinitos de tu cuerpo y tu aliento.
Los ojos de madame Bobary,
los de Ana Karenina,
los de Fermina Daza,
el baile de Natacha,
resucitan y se asoman en los libros
añejos, de la librería que cruje
lastimera, viendo pasar capítulos
de la vida, catalogando la pasión
de tus besos.
Me quedo en silencio,
escucho mi canto
y, despierto, siento el corazón temblar
al ritmo de las campanadas
que pone historia a un sueño de amor.
Rafael Mulero Valenzuela -España-
Publicado en la revista Oriflama 25
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