Arde el verso para ser ceniza y lamento y después lágrima y después quiste maligno de los días sin horas, de los cuerpos sin alma, de los campos sin flor, tristeza de muerte, pena de amor y en el ascua de tu ausencia, crisálida del cierzo, se me heló el sueño y me quedé mudo queriendo hablar, hablar de ti para no escucharme torpe palabra el silencio cuando el eco muere de silencio y no surgen las palabras, y no nos escuchamos, tiempos de tormenta, y en el acantilado el poema se precipita al mar y muere el poema y el mar ya es también cadáver de silencio, de ausencia, ya es muerte, no nos habitan las Sirenas, y el alba al mar no acontece, noche eterna en estos tiempos confusos, huérfanos de luz, añorando tu nombre y tu presencia desde que te secuestró el olvido y una triste canción abría los telediarios con silabas de barro, de sangre, de tierra yerma, de voz rota sepultada luego en el cementerio de las letras donde el verso yacerá sin vida, sin ti, encadenado sin libertad al rencor, al odio, y esto sabemos todos, es el infierno.
José Luis Budría
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