Tan hambrientos de amor tus ojos tristes,
y a tu temprana edad siervo del miedo.
Tiendo hacia ti, bajo el arbusto, un dedo,
y aun a tal gesto amable te resistes.
Intentas acercarte, mas desistes;
ligera, levemente retrocedo,
y avanzas algo más; al fin procedo
a rozar tu cabeza, y ahora insistes.
Mi oferta de caricia ya aceptada,
la valla del recelo superada,
entre ambos se ha fraguado ya el contacto.
Cachorrito en maltrato y abandono,
te adopto como mío, y envisiono
entre los dos irreversible pacto.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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