jueves, 4 de diciembre de 2014

PAPEL


Hoy ha llegado un chaval cualquiera a la oficina
traía en las manos un documento oficial
sencillo, ilegible y lleno de colorines,
de letras voluptuosas y proclives al engaño.

Me dijo en modo ofensivo,
que le dijera que qué ponía ahí,
busqué sus ojos
eran lepra,
su frente,
gangrena.

Pensé que me hacía viejo,
un chaval
con un papel
me exigía
obediencia plena
sumisión plena,
apego pleno.

Le dije que en el papel ponía DGT
que yo no era DGT
no era el DGT del membrete,
ni Diego García Torres
ni Domingo González Trinidad
ni acaso, Dirección General de Tráfico.

Le hizo gracia
que le hiciera gracia,
que me hiciera gracia.

Sin venir a cuento,
le hablé del rancio abolengo,
de linajes desgastados
y firmes a la vez.

Le dije que el papel era frío
como la mirada de un murciélago.

Que no era nada
que yo no era nada
ni él era nada.

Que el mundo era un error,
y la oficina mentira.

Me acordé de Kafka,
de un viaje a Praga
de celos
de envidias,
de un papel de colorines,
de la DGT
de meter la náusea por el ojo de una aguja.

El chaval no comprendía por qué ni para qué,
afuera
llovía.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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