El albañil contemplaba su casa desde fuera, al tiempo que pensaba que su amada lo había dejado. La contemplaba con minuciosidad de arriba abajo. Entonces agarró el mazo que tenía a sus pies y con
la misma paciencia con la que había construido la casa, comenzó a demolerla.
Del libro La vida en obra de
JOSÉ VÍCTOR MÁRTINEZ GIL
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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