Detesto la suciedad de las calles,
el pasado que arquea las espaldas de los transeúntes.
Odio el olor acre del duro silencio
que hay en los jardines de condenadas tumbas.
Y miro al sereno cielo azul,
y quisiera tener alas para huir,
y volar libremente sin señales de stop.
Convertirme en nube, una negra, fuerte, fría...
Luego transformarme en agua
y limpiar las armaduras viejas de seres olvidados.
Quisiera volver a la tierra, ya limpia,
limpia como el cielo tras la tormenta.
Un cielo que se refleje en tu río, Antonio, el Duero.
MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO -Castelldefels-
Publicado en el blog dondehabitaelolvido-airama
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