Avanza con el tridente
esparciendo el aliento de la flor envenenada,
desplegando sus palabras de espinas
clavando los surcos
por donde el ultraje quema.
Mientras, muerde cada cavilación,
cada intersticio de la lengua
y sus escamas resplandecen con cada victoria.
Entonces, el viejo animal trepa a su muralla
y mira alrededor
y no hay nadie, nadie.
Está solo con su magma.
Ni siquiera puede llorar.
AMALIA MERCEDES ABARIA -Argentina-
Antología de escritoras argentinas
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