Entre las sombras de un pedregal
desfallecido el sexo fiero,
florece la calma
y las pesadillas son ecos de legítima defensa.
A media luz,
mortecita,
marchita luz,
los sexos son piedra sobre piedra.
En el crepúsculo de pálido rostro,
la fiereza de la oscura brisa convierte
el pedregal en un lodazal de puños.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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