La luz se muere de ganas
por deslizarse en tu pelo,
por romperse en filigranas,
en un oscuro irisado,
casi negro.
¡Quién fuera luz!
Y estremecerme al contacto
en un palpitar de fuego,
y transmutarme en el acto
en cascada de colores,
siempre nuevos.
Y enredarme y diluirme
en este acuoso deseo,
y derretirme y morirme
en cada brillo,
cada destello.
¡Quisiera yo ser luz!
Romperme súbitamente
y crepitar en tu fuego
y brillar incandescente,
expandirme, derramarme,
iluminarte tu sueño.
Y como una errante estrella,
entre el espacio y el tiempo,
perderme en este azul
rotundo, profundo,
casi eterno.
MANUEL JIMÈNEZ
Publicado en el blog instante cero
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