navegando tu mar alborotado;
ni alto oleaje o viento desatado
lograron devolverme a mi ribera.
No fue reto de mi alma viajera
unirme a la diáspora, expatriado;
fue el impulso del ángel a tu lado,
llamándome hacia ti, fue tu manera
de calma azul, de brisa arrulladora,
de canto de sirena…, que devora
al navegante incauto que lo escucha.
En tu inhóspito mar hallé tormentas,
naufragando en sus aguas turbulentas,
incapaz de seguir la estéril lucha.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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