Cómo has cambiado y no han transcurrido quince, treinta años, solo han sido poco más de cuatro meses. Con cuarenta kilos de más, ralea el viento tu calva y eres una nauseabunda y pálida nariz con más arrugas que el céfiro de invierno tras unos cristales rotos. Tu barriga te precede, hueles a hurón desguarnecido y ya ni miras a los ojos de la gente. Cuatro meses que se han llevado entre las diarias brumas del alcohol y las horas muertas tras los destellos de la negra pena, la chispa. Ese adelantarse a la risa y la vida. Eres ahora unas deshilachadas hombreras de mente negra y de nubarrones a la intemperie y tus ojos no lo saben aún.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
lunes, 23 de septiembre de 2013
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