domingo, 22 de septiembre de 2013

HUIDA

Triste y compungida
me adentré en el bosque.
Dejé atrás ese castillo gris
en donde me tenías cautiva.

Rasgué mis vestiduras
aquellas blancas y candorosas
que me hiciste vestir
para obligarme a ser tuya.

Con mis cabellos despeinados
mis ojos corridos del llanto
me alejé a prisa
por esos parajes desconocidos.

Huí de ti, de tu amor compulsivo
del monstruo en que te has convertido.
Temiendo que como un sabueso enfurecido
fueras a cazarme como a una presa.

Caminé, caminé
sin mirar atrás
los brazos de los árboles desnudos
rasguñaron mi piel aterida.

Los búhos a mi paso
aturdían mis sentidos
y cuanto de noche más se hacía
los aullidos de los lobos
producían un eco de terror
en la lejanía.

Solo se que desvariada
caminé entre zarzas
arbustos muertos y espinas
que se clavaban en mis pies desnudos.

Con mi respiración agitada
y mis piernas ya cansadas
todo empezó a girar
como un caleidoscopio
rodando y rodando sobre mi misma.

Se oscureció todo
y caí en la profundidad
de un ensueño.
Quizás el sueño eterno
para no despertar jamás.

Diana Chedel -Argentina-

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