La distancia es mi dolencia imperativa,
ni se rozan nuestros besos de inventario
y las caricias otrora persuasivas
parecen asestadas por feroces adversarios.
La palabra es nuestra lanza vengativa,
cada paso convertimos en calvario,
agotamos cada humana tentativa
con la urgencia del gatillo de un sicario.
El olvido es el prudente inquilino
del rincón que arrendé a mi soledad,
con él reposo en su abrazo de espino.
La esperanza es la huella que deja al golpear
cada adiós de futuro sibilino
que no quisimos escuchar, que no quiero escuchar.
Gustavo González -Valladolid-
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Hace 3 días

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