Roto, en mil pedazos,
el ave del espíritu;
coagulado en el pecho,
muerto su furor
es frío zafiro en un cuerpo
amarrado por venas
a eclipses violentos.
Con rostro sin alas
ni ojos para el amor,
sólo el celeste aire de la muerte
rondando con rigor...
Libre de deseos corporales.
Los ojos no ven la piel
en su desvestir, sólo hierro.
Un pico del fin de la vida.
Todo lo exterior es hiel,
vegetal y tierra.
La lengua, el deseo, los muslos,
las nubes, todo es hiedra
que trepa el azul del corazón
como por fríos troncos
altísimos. En un mundo de águilas
sobre montes serenos,
detenida su mano de esmeralda
por los impenetrables
ópalos del tiempo.
Y el sol, en las pupilas,
ya es de mármol frío,
muerto.
Pedro Jesús Cortés Zafra -Málaga-
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Hace 1 día
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