Ella friega el mismo plato sin percibirlo. El plato reluce lo que el tiempo que lo ha tatuado le permite. Él se acerca sigiloso hacia su espalda y con un movi-miento fugaz, violento, libera su propia frustración, la voltea y la besa con una pasión ya olvidada. En ese momento, el plato se hace añicos contra el suelo.
Escrito en el Café de Ruiz / Barrio de Maravillas, Madrid, 19 de Febrero, 2013.
Francisco Garzón Céspedes (Cuba/España) Juan Reig (España)
Publicado en los Cuadernos de las Gaviotas
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