El cuerpo ha llegado al sur, embarrado sus codos de telarañas. Muy lejos al inicio, vio, o creyó ver, lienzos vacíos tras las ventanas. Cada quien se abalanzó sobre el vértigo más cercano y bajó al sótano en el lomo de un caracol. El cuerpo entonces olvidó sus ojos y lamentó tener solamente un par de labios. La cosecha se hizo en un fardo agujereado, y la procesión agotó la madrugada. El sur no le devuelve sino la certeza de que todas las calles ladran y se abren hambrientas, pero al menos esta desemboca en el mañana.
Del libro Al sur de la noche de MARCELO VILLA NAVARRETE -Ecuador-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 57
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