miércoles, 31 de julio de 2013

VENTANA DE ALZHEIMER

Más que ir a la ventana
para mirar el bosque,
la ventana, espectral, se me aproxima,
con su acervo de normas, y me absorbe.
Mi libertad parece ir decreciendo
paso a paso con sus imposiciones.
Al contemplar los árboles, las aves,
me va arrancando nombres,
los que antes conocía y celebraba
parece que se esconden.
Aún me son familiares sus perfiles,
pero sin tutearlos como entonces.
Entonces es un tiempo no lejano,
cuando yo era más hombre,
más dueño de mí mismo,
dueño también de mis alrededores.
Álamo, acacia, encina, limonero,
alondra, garza, cuervo…, son islotes
en mar de verdes, rojos, amarillos,
que ya no sé nombrar. Este desorden
hace que en pleno día
me encuentre rodeado de la noche.
Todavía los veo, mas ignoro
cómo llamarlos. La ventana impone
límites que no acepto, y sin embargo
no me quedan opciones.
La mente va perdiendo facultades;
alguien, algo, ¿la edad?, fija recortes
en esta vida que he llamado mía,
que se va limitando, y no responde.
Parajes familiares, de repente,
se hacen extraños; músicas y voces
pierden la afinidad que antes tenían,
y se visten de acústicas deformes.
Una ventana absurda me revela
el mundo en confusión, que va a remolque
de los años vencidos,
perdido su galope.
Ignoro quién es quién, quién ve las cosas
a través de mis ojos, quién conoce
los rostros en mi entorno, que semejan
anónimos retratos o visiones
que no me comunican
ni afecto, ni algazara, ni reproches.
¿Será quizá anticipo de la muerte,
que va desactivando mis relojes?

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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