Mirando a lo lejos
apoyándome en un macizo y frío servil
diviso uno que otro lechuguin
navegando entre sus mansas aguas
y lo lejos aquel islote, como un inmenso jardín.
Y unas tibias lágrimas
recorren, laceran
y se disparan de mis ojos
al recordar entre hinojos
epopeyas pasadas
que jamás volverán.
Y el caudal del majestuoso río
aumenta lentamente con mis lágrimas
confundiéndose, ahogando y sepultando mi clamor
en lo dulce y turbio de sus fuentes
llenando y sellando en su sepulcro
mi pena y mi dolor.
LORENA ALVAREZ CAÑARTE -Ecuador-
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Hace 1 día
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