Se asoma tímidamente el sol después de tantos días nublados,
baja lentamente sobre mi espalda como una caricia esperada,
me siento abrazada por la tibia sensación tierna de la naturaleza,
esos rayos con brazos para todos, regalo omnipotente de Dios.
Sentada en un banco de una plaza, mirando sin mirar, me sumerjo
en un ir y venir de pensamientos que no me dejan concentrar,
amenazan en merodear sin abandonar la idea de quedarse quietos
entre tanto me esfuerzo por razonar y muero en cada intento.
Por casualidad un pájaro me distrae y comienza a aletear a mi lado,
me mira, lo miro y la idea de que allí está la respuesta me pone de pie,
hecha a volar y se aleja con apuro, mis músculos se tornan tiesos
en un apretón de puños llenos de una absoluta impotencia desechable.
Una soledad que estrecha cada palabra como empequeñeciendo todo,
amarga angustia de no asumir que me he quedado vacía, sin letras,
todo se vuelve distinto cuando el poeta no sabe el rumbo del poema
y en cada estrofa se nota la sombra de las dudas y la desesperanza.
SIL TORRES -Argentina-
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Hace 3 días
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