De pose perpetua, elegante y glamurosa, paseaba su simplicidad, en sus días, como si de notas de piano átonas se tratara. Sabía no dejarse conocer, consciente de su superficialidad sin fondo. Se escondía tras el velo del misterio y el silencio, acompañados de trajes de seda y de sueños, incapaces de ser confesados. Era una musa.
Nuria González Carrillo
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Hace 3 horas
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