Me ahogaba, estallaba dentro de mí en pedazos. Hacía que me desangrara día a día.
No digas nada. Eso no se dice.
Frases, frases, que llamaban a silencio ¿Para qué? ¿Por qué? Y acostumbrada a obedecer, callaba. Pasó durante mucho tiempo.
De eso no se habla, eso no se dice…
Y yo callaba. Ocultaba las marcas en mi cuerpo, las marcas en mi alma que eran las más visibles. Caminaba con la cabeza gacha, arrastraba mis pies, los ojos…muertos.
Ahí va la que calla, ahí va la que sufre en silencio.
No podía hablar con nadie; nadie quería saber, nadie quería escuchar.
Un día mi grito se escuchó hasta el cielo. Me quité los candados del alma, de los labios y grité; hasta quedarme sin voz.
Increíblemente me levanté nueva, florecida, con pájaros en los pies y en las manos, la cabeza erguida y palabras, palabras….
Palabras que brotaban, se juntaban, formaban frases y no callé nunca más.
Ya nadie podrá enmudecerme, ya nadie impondrá silencio.
Sólo yo, que a veces me refugio en el silencio para soñar…
María Ester Sorbello -Argentina-
Publicado en el blog poemasenanil
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