miércoles, 16 de enero de 2013

TUS HERMANAS, LAS COSAS


Vas por la vida y pisas la caricia
que te brinda la tierra,
como si no entrañara relevancia;
de idéntica manera
que avanza el aldeano por sus campos
sin percibir la agonizante queja
que, bajo el peso de sus burdas botas,
exhalan las violetas.
¿Por qué tal desapego?
¿Por qué vas, arrogante carabela,
indiferente al mar que te sostiene,
y al viento que te impele con su fuerza,
si eres sólo molécula integrante
de un todo a quien adeudas dependencia?
Todas las cosas, la montaña, el río,
las nubes, la arboleda,
y las otras, las menos presumidas,
el barro entorpeciéndote la senda,
el matorral, tan libre y descuidado,
el caserón sin puertas,
en todas late cierta etérea vida,
poseen todas una historia inédita,
y son hermanas tuyas,
que te saludan al pasar, tan quedas.
Escúchalas, que atisban
tu paso firme, el roce de tu seda,
la fragancia añadida ante el espejo,
y se hablan entre sí de tu presencia.
Contémplalas amable, con ternura,
como viejas amigas que se enredan
frente a tus ojos, a tus pies, y sienten,
aunque no las entiendas.
Sea leve tu pie, risueño el gesto,
y nunca, nunca ciega;
que sepan que las ves, y les sonríes,
que eres feliz sabiendo que te esperan.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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