Insistente golpea de noche a mi ventana;
trae abrazos bravíos, bajo su capa oscura,
que saben de atropellos más que de filigrana,
como quien no es de anclaje, sino de singladura.
Superficial amante de plazas y caminos,
sin residencia fija, resuelto y vigoroso,
sus únicos flirteos, la danza en remolinos,
el vigoroso asalto, la captura, el acoso.
No se le han visto dedos, sólo puños violentos,
ajeno a la caricia que presupone calma;
llega exigiendo cuerpos, bataholas, momentos,
desechando los ciclos que favorece el alma.
Si atrancada la puerta, blindados los cristales,
obstruídas las grietas en muros y rincones,
descargará la rabia de sus golpes brutales
hasta que al alba dance la luz en los balcones.
Pulularán las gentes de nuevo por las calles,
y el invisible monstruo les seguirá la pista,
alborotando faldas, contorneando talles,
y abusando sus cuerpos, efímera conquista.
Diré que a veces pienso tenerlo por amigo,
recrearme en sus tumbos, someterme a su intento,
que me abrace, me agite, me posea, y lo instigo
a que después se vaya. Mi seductor, el viento.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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