Era un psicoanalista muy famoso, tanto que su prestigio lo precedía y cientos de obsesivos, depresivos y maníacos en general morían por hacer terapia con él. Pero eso no era motivo suficiente para que él ni loco diera de alta a algún paciente. Los mismos veinte ocupaban todos los turnos desde hacía varios lustros. Por eso no debe sorprenderte, oh, ingenuo lector, que la legión de perturbados sin esperanza que merodeaba a toda hora por los alrededores del consultorio, ansiosos por constatar alguna baja, y ser por fin admitidos, terminaran urdiendo planes descabellados para eliminar a sus competidores de diván de modo que parecieran accidentes.
Betina Goransky, Sergio Gaut vel Hartman -Argentina-
Publicado en la revista Ficciones Argentinas
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