sábado, 5 de enero de 2013

HABLAR, PERO EN SILENCIO


Me has enseñado a hablar, pero en silencio;
en ese estado puro en que los místicos
hablan con Dios, desatendiendo el puente
que nos brinda el lenguaje, tan equívoco
que a menudo nos lleva
por extraños caminos,
o nos aboca inadvertidamente
a incorrecto destino.
Campo de minas es el diccionario;
no siempre, al expresarnos, transmitimos
fielmente aquello que el cerebro intenta,
llegando adulterado a otros oídos.
El lenguaje callado no requiere
de aclaración ni excusa; por sí mismo
se percata y expresa
cuanto le dicta el alma, o el sentido.
Y tú me oyes, sin voz, sin resonancia,
leyéndome en los ojos cuanto digo,
sin requerir exégesis, ni glosas,
todo tan natural, tan cristalino.

Las palabras nacieron
en total desnudez, como los lirios,
pero fueron vistiéndose a la moda
de lugares y tiempos, y el bullicio
fue transformando galas en harapos,
lo diáfano en ambiguo,
y su mensaje fue desvirtuándose.
Pero no así contigo,
porque, al comunicarnos sin vocablos,
todo y sólo nuestro ánimo exhibimos.
He invadido tus zonas más recónditas,
como tú en mi interior has irrumpido,
mas no en el zigzagueo del discurso,
sino en la línea recta del mutismo.
Pocos logran hablar con tal acento,
menos aún comprender lo que decimos.

Convérsame sin voz, y sin reservas,
elocuente mujer en quien habito.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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