sábado, 19 de enero de 2013

ENTRADA LA MAÑANA


Me desperté, ya entrada la mañana.
Era inmóvil tu sueño.
Me levanté en sigilo
para no despertarte, como un viento
que apenas logra cimbrear las hojas,
y así también, tan leve, te di un beso.
Hubo casi un esbozo de sonrisa,
aun estando tan lejos
de la vida real, y proseguiste
cabalgando por tu íntimo universo.

Preparé dos cafés en la cocina,
y humo y aroma fueron ascendiendo
más rápidos que yo, por la escalera.
Con tus ojos apenas entreabiertos,
te recibí en mi mundo,
sorteando la ropa sobre el suelo,
que en singular desorden
se hacía confesión de los portentos
del amor espontáneo,
con su mezcla de súplica y obsequio.
Y tendiendo los brazos, me dijiste:
‘Deja el café y abrázame un momento’.
Tan cálida, tan bella, tan desnuda
en el refugio acogedor del lecho.
La escarcha en la ventana
era cordial saludo del invierno.
Tú eras mi primavera y mi verano,
florida y tropical. Los arabescos
que sobre el mapa de tu piel trazaran
las puntas de mis dedos,
lúbricos, húmedos y transparentes,
eran imploración y ofrecimiento.
Se enfrían los cafés en la mesita;
no así tú y yo, en refriega cuerpo a cuerpo.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

No hay comentarios:

Publicar un comentario