Lo recogió del suelo con parsimonia recordando para siempre con exactitud la hora del día, la fecha
memorable. Tenía exactamente cuatro años, dos días y cinco meses.
A partir de entonces pasaría a formar parte de su colección de tesoros: su primer chupete, la palabra
primera, los últimos patucos y, desde ahora - reseco y usado, pero entrañablemente paterno
- su primer condón.
ANABEL CARIDE
Publicado en la revista Nueva Grecia 1
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