Eran paralelos los vaivenes las madrugadas de diario cuando tu ibas colgada de tu vaivén emocional en pos de nuevas aventuras interiores y yo,
legañento,
me arrimaba a mi lugar de acogida en plena Plaza de España.
No, ya no es lo mismo, es como si una lucecita se hubiera apagado a las siete y media un día y aunque no lo pareciera, yo te veía pasar tan cerca tan lejos y sonreía.
Por dentro.
Pero confiemos en el eterno retorno.
Amén.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario