Nada es tan negativo como el conformismo.
Nietzsche.
El invierno va haciendo su entrada y las pocas hojas que quedan asidas a los árboles dejan su asidero para abandonar lo que fue su hogar. Así los árboles de hoja caduca quedan pelados enseñándonos su ramaje, que se retuerce ante el empuje del viento del norte, cruje en las noches de ventisca y de lluvia. La nieve ha hecho aparición allá en Sierra Nevada, y los turistas suben por la carretera cargados de pertrechos propios para practicar su deporte favorito: el esquí.
Yo sigo aquí observando el pasar de los días, mi higuera se ha quedado desnuda, bajo ella las pequeñas Pipitas escarban la tierra en busca de algún gusano, yo me siento bajo las huesudas ramas y leo. El último título que he podido tener la satisfacción de disfrutar ha sido Historias de los Siglos Futuros, de Jack London, libro de relatos que vaticina un futuro apocalíptico, y que no se aleja de la realidad actual, a pesar de haber sido escrito a principios del siglo veinte, podríamos comparar algunas de las historias escritas por este insigne autor con las circunstancias de este agitado siglo veintiuno, y no nos alejaríamos demasiado del conflicto que subyace en ellas y en las ficcionadas por London. Así tenemos relatos como La invasión sin paralelo, donde London recrea la hipotética guerra con China, y cómo Occidente cabila para conseguir acorralar al “enemigo”, en este caso identificado como China, y cómo gracias a un científico consiguen bombardear toda China con pequeños recipientes de cristal que contienen un virus mortal, y que conseguirá acabar con millones de chinos ¿? O el relato titulado Goliath**, donde London nos pone al tanto de cómo
es el ser humano y de hasta qué punto es capaz de llegar empujado por el miedo a la muerte.
Recomendables todos estos relatos que muestran el lado más cruel de algunos hombres, y que indagan sobre sus comportamientos, sobre el cinismo y la ambición que los mueve en muchos casos, sobre la deshumanización que es signo de la propia especie que se autodestruye, destruyendo todo cuanto puebla sobre la faz de la tierra con un afán desmesurado y con un fin nada halagüeño para el resto de los seres que pueblan esta planeta que las élites han decidido globalizar para esquilmar todos los recursos y explotarnos en su único beneficio, dejando a más del 90% de los humanos en la más absoluta miseria. Se anticipa London a la barbarie a la que estamos llegando y en la que sucumbiremos si no ponemos remedio, y si no nos alzamos en contra de los opresores. Es Goliath la metáfora de que un mundo mejor es posible, pero en este relato, eso es posible gracias a la amenaza, al terror de ser borrados del mapa por una fuerza de proporciones desconocidas, como así es el caso en el relato, y las armas de ejércitos enteros son destruidas por la fuerza poderosa y secreta que ha conseguido poner en marcha ese “loco” que ha creado un arma invencible para acabar con la violencia, con las guerras y con la barbarie que estas ocasionan a su paso. Pero para que
esto ocurra Goliath no duda en exterminar a su enemigo, y lo hace cuando no hay, según sus criterios, otra salida. Es el discurso del miedo el que nos describe Jack London en estos relatos, el discurso que desde siglos nos han venido inoculando esas élites para conseguir sus propósitos: doblegarnos y convertirnos en esclavos al servicio de sus deseos, y son estas élites, las que como Goliath no dudan en exterminar a todo aquel que, ya sea en plano individual o colectivamente, ose oponerse o cuestionar sus objetivos e impedir que se realicen.
De momento ya cercano el invierno contemplo las blanquecinas ramas de la higuera con la esperanza de que de nuevo broten en primavera sus lechosas hojas, y que en verano pueda, además de cobijarme del calor bajo ellas, disfrutar de sus frutos sin que por el momento hayan sido envenenados por una lluvia de ampollas de cristal en cuyo interior esté agazapada en forma de gotas la muerte.
Marcos Morneo
Publicado en la revista LetrasTRL 53
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