lunes, 24 de diciembre de 2012

HACIA LA LUZ


Te delató la luz que usabas para encontrar en la noche a tu objetivo con la intención de degollarlo. Y ahora él no tendrá clemencia. Dejas caer la linterna y la navaja en las tablas del muelle. Resignado, esperas el fogonazo de la 45 que te apunta.
Abres los ojos.
“Estoy vivo”, piensas.
Vivo, por poco tiempo; a menos que logres salir del agua gélida y turbia que te rodea. La sangre escapa de tu hombro, estás desorientado y el oxígeno en tus pulmones se agota.
Ves un resplandor sobre tu cabeza. “¡Debo nadar hacia allí!”, te dices, y braceas con la desesperación que
provoca el miedo a la asfixia. Pero el resplandor se acerca, más y más, ¡ya casi...! Tu rostro impacta algo blando. ¿Fango?
Miras a tu derecha. Sí, es la linterna, que el matón arrojó a la bahía. Estás herido y a quince metros del aire que reclaman tus pulmones.

Claudio G- del Castillo (Cuba)
Publicado en la revista digital Minatura 123

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