¿De dónde esta tristeza que me llega
cómo un último amor,
como la débil rebelión de la tierra
por sus lluvias,
por las lianas azules de sus nieblas?
No sé si de la muerte de aquellas dulces hojas
en las que el viento busca todavía
La pálida ternura del estío.
No sé si de ese día en que el otoño
abandonó su rostro sobre un río
perdido en la congoja.
No sé desde qué cielo tanta sombra
asomada a mi pecho entre la pampa
cuando mi vida vuelve como el llanto
a su antiguo paisaje, a sus antiguas voces
que crecen como hiedra desde el sueño.
¿Como no amar entonces, la libertad
tan triste de los médanos
el deseo de mar con que se durmen
mirando hacia otro cielo
donde el recuerdo tiene solamente
la eternidad del trébol?
¿Cómo no amar la angustia de las piedras,
sometidas sin lucha
al inútil retorno de la hierba
al invencible polvo,
a ese lejano muro donde el tiempo
se disgrega desnudo, sosteniendo
las huellas de mis manos?
Alguien me llama aún por sus desiertos
por el aire sombrío que se inclina
al desolado oeste;
mientras yo estoy aquí
con mis pequeñas muertes como un árbol
esperando el olvido.
Olga Orozco -Argentina-
Publicado en la revista Estación Quilmes
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