Ahora que hemos cambiado de despacho
que el juez ha dictado sentencia y que la nieve,
tozuda y anémica, nos condiciona los planes
podemos dejar que aquella mujer amable vuelva
a recoger el pedido, ya fuera de horario.
El anochecer nos ayudará con su estilo indeterminado,
un gesto sereno, las manos sobre la mesa y la intención
mamífera, visceral y profunda de tomarla sin más contratiempos.
Será de mutuo acuerdo y el barniz de la estantería
se confundirá con el sudor y ese dolor crónico
que crece después de los cincuenta.
Francesc Reina González -España-
Publicado en la revista Arquitrave 53
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