Me reconozco en seis pupilas de fuego,
que como puñales de pasión
y el néctar de la fogosidad,
escupen como sogas invisibles
kilos de arrebato de inteligencia femenil.
Y me envuelven y absorben,
seis ojos de búho
y asimilo los instantes.
Y somos en la oficina de mujeres y yo,
una conversación inicua y membruda.
Una micro tertulia,
que como un saltimbanqui se convierte en un popurrí de inercias,
y rebota desde los precios caros de los libros de texto,
al absurdo de la vida.
Plasmando
con ligereza y rabia,
la náusea,
a veces,
en una catástrofe de verano
de unas vacaciones a la nada.
Como si el aliento de Kafka impregnara los instantes,
hablan todas.
Hablamos.
Pero son también,
palabras moteadas de gestos placenteros
y sonrisas cálidas.
Como en una mansión
de niños pequeños desclavados de la vida,
me reconozco,
y me evaporo dejando en el aire la impronta de una mañana de verano como otra cualquiera...
La vida.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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