lunes, 1 de octubre de 2012

VÉRTIGO EN LA NOCHE. DE ANA MARTÍNEZ


Por Soledad Cavero. España

Todo libro nos invita a seguir las huellas del amor a través de su escritura. Por eso en Vértigo en la noche nos sorprende la madurez de Ana Martínez, poeta que irrumpe en el panorama literario actual con este primer libro. No se trata de una obra improvisada. No. Nuestra poeta sabe muy bien lo que quiere decirnos y cómo expresarlo para obtener un feliz resultado. Poemario amoroso de principio a fin, donde
la autora va hilando verso a verso la interioridad de sus sentimientos con delicadeza, unidad y escogido lenguaje. El despertar de los sentidos, en toda su pujanza, van abriéndole camino hacia una realidad irrenunciable. Asume así con valentía el vértigo de la materia sin tabúes, como medio de expansión y conocimiento:
…Pero hoy seré yo quien participe/ perdiendo los estribos,/ dejándome llevar por el instinto,/ sin repare en miedos ni licencias… Cabe señalar en todo el poemario la ausencia de artificios. La apalabra queda
desnuda, embellecida por el ritmo musical, principalmente heptasílabos y endecasílabos, descubriéndonos el contenido de Vértigo en la noche tal un río silvestre que buscara su identidad entre la tierra. La irracionalidad del amor en las caprichosas formas del destino aflora en estos versos con marcados signos de impotencia: “ Acaso la locura/ o acaso el amor,/ se enlazan por fortuna o circunstancias/ burlando los raíles del destino”. Nos dice Ana Martínez intentando descifrar el enigma de este sentimiento irracional, pero al mismo tiempo sublime en toda su grandeza. Tampoco renuncia la autora en estos poemas a admditir con entereza el declive de la sangre. Sabe y expresa con acierto: “…La sangre se ha estancado,/ tal remanso de un río, y quieta/ ya sin bravura observa/ el lento transcurrir
de sus derrotas…”
Sin embargo, ele vacío que surge después de la derrota queda redimido en parte por la esperanza; hija de la propia contradicción que gesta el amor. La construcción del ser es lo importante porque a través de él va quedando a flote el propio conocimiento.
Realización donde la poeta ancla su desengaño para seguir adelante, aunque tenga que cobijarse a veces en “la más honda oscuridad”.
Es normal que en casi todo auténtico poemario de corte amoroso surja una alteración de conciencia, realidad que en Ana Martínez resplandece con luz propia: Los sentidos en plena magia quedan abiertos, pero también para trascender la experiencia y engrandecerla más allá del tiempo y los círculos de la tierra. Así nos expresa:
Esta noche en silencio comparto las estrellas/ con tu ausencia y el gusto/ por verte con el aire renovado./ Tan cerca la galaxia,/ si la miro y me extiendo/ hasta poder rozarte las mejillas…
El recuerdo como vía de expansión hacia lo bello agranda los momentos vividos. Todo tiene significado y contribuye a enriquecer su panorama interior.
Aunque la sombra amenace con eclipsar esos instantes, la experiencia será válida: Si la pasión termina,/ cuando acabe,/ seguirás habitando mi recuerdo…
En el recuerdo o fuera de él Ana Martínez se mueve con soltura Dentro de la simbología, que va creando con maestría desde el inicio, nos arrastra sin darnos cuenta a seguir su lectura con verdadero interés. Un logro que no todos los poetas consiguen. Más aún si tenemos en cuenta que está comenzando a caminar por el largo desafío de la Poesía.

Publicado en la revista Oriflama 20

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