Reflexiones de Rubén Vedovaldi, desde Capitán Bermúdez, provincia de Santa Fe, la Argentina, a propósito de un texto del poemario “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo” de Rolando Revagliatti.
“No es exactamente el amor lo que es ciego:
es más bien exactamente lo que no es el amor
lo que es ciego.”
Lo más difícil para el artista es pincharle al vox pópuli un lugar común. El lector está tan acostumbrado a oír que el amor es ciego y a repetir que el amor es ciego, que ante alguien que le da vuelta completamente el concepto, lo primero que siente es rechazo. La gente quiere seguir creyendo que sabe lo que repite de memoria acríticamente. La sociedad sigue condenando a muerte a Sócrates por su intento de pensar y hacernos pensar que, tal vez, nada sea lo que creemos de memoria. Pero aquí vuelve a brillar la verdad originaria que no pudo matar el lugar común repetido por siglos. Lo ciego es justamente lo que no es amor. Lo digo aunque me cueste mucho aceptarlo, porque implica aceptar que yo soy ciego. He estado en pareja desde 1994 hasta el 2002 y no he amado. ¿Cómo se puede no amar? No lo sé, pero una noche ella abrió los ojos y se dio cuenta de que no nos amábamos y se fue. No la perdí entonces, la perdí cuando la tuve y no la amé; la perdí y me perdí cuando la tuve y no la vi.
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