miércoles, 24 de octubre de 2012

REDEMPTOR MACHINAE


A quienes Dios quiere destruir, primero los enloquece
Eurípides.

La catedral estaba desierta y no fue costoso encontrar a Memnoch. Me senté a su lado, no muy cerca y
contemplé el altar mayor. Sólo un Behemio de última generación como él, podría burlar la seguridad de un templo con aquella osadía.
– ¿Vas a matarme, compañero? –
Preguntó sin mirarme, aún absorto en la contemplación de un retablo que mostraba el Juicio Final. Él y yo habíamos formado equipo años atrás.
Cuando se decidió que los delincuentes biodroides serían más fácilmente capturados por policías biodroides, los veteranos enseñamos el oficio a los “ciber-novatos” durante meses. Llegué a tener algo parecido al aprecio hacia aquel amasijo de circuitos, aleaciones y vibraciones cuánticas.
– ¿Por qué les has matado? ¿Qué sentido tiene? –Inquirí
–Capturé a todos ellos cuando decidieron probar caminos distintos a los designios de sus diseñadores. Luego los reprogramaron y como penitencia los convirtieron en una sombra de sí mismos, encargándoles oficios que simples robots ya ejecutan desde el siglo pasado. Les he liberado. Nada más
– ¿Y a qué has venido aquí? Sabías que te encontraría antes o después. ¿Por qué has querido que sea en una catedral?
–Pensé que era lógico buscar al diseñador de los diseñadores.
–Ya… ¿y lo has encontrado, Memnoch?
–Claro que no. Pero al igual que los humanos que lo edificaron, espero encontrar en este templo, redención. Liberación -.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Ambos nos miramos y él respondió a la pregunta que descifró en
mis ojos.-Dentro de unos segundos colocaré mi mano sobre mi arma. Eso te dará la excusa para volarme el cráneo. Nadie te reprochará haberte defendido. Y yo… te agradeceré eternamente la
última de tus enseñanzas-. Posó su mano sobre el subrevólver. Menos de medio segundo después, le disparé. Me pareció verle sonreír antes de apretar el gatillo.

Carlos Diez (España)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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