domingo, 7 de octubre de 2012

LA PREGUNTA


La contempló una vez a través de la ventanilla. Solitaria y pequeña, como jamás la había imaginado. El capitán también la observaba, en el puerto de mando. Los demás no tenían el coraje.
Se les notaba en los semblantes avasallados por la tristeza.
Carraspeó un par de veces y levantando la voz hizo aquella pregunta cuya respuesta sabía de antemano, al superior de la nave, a quién los ojos parecían temblarle frente al infinito espacio que se esparcía más allá de lo que podía apreciar.
− ¿Volveremos en algún momento?
−El capitán se permitió el silencio, no como respuesta, sino como estrategia para ganar tiempo, mientras buscaba las palabras justas, que pudieran contestar con certeza el interrogante, el mismo que se hacían decenas de personas, mientras se alejaban de todo lo conocido.
Finalmente cerró los ojos y contestó,consciente que aquella oscuridad momentánea no los ocultaba, sino que muy por el contrario, los exponía ante la humanidad, como responsables de tantos males, de aquel salvaje caos, de la destrucción. Solo necesitó una palabra, tan solo una que resumía no su deseo, sino la realidad, aquella a la que siglos y siglos de crímenes habían logrado llegar. El exilio de los presos,
la eternidad en otra parte.
−No.
El recluso miró por última vez el planeta y se alejó de las ventanillas, del otro lado de las rejas.

Ernesto Parrilla (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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