sábado, 6 de octubre de 2012

ENFRENTARSE A LA MAYORÍA


Quien se enfrenta a la mayoría, a cualquier mayoría, sea cual sea el motivo que alegue, por muy fútil que pueda parecer, es más digno de respeto que el que desprecia a la minoría, refugiado en la seguridad y el anonimato –o en el apoyo unánime o borreguil- de la masa.

Digo que es más digno porque el hecho concreto del enfrentamiento contra un estado de opinión dominante significa ya de por sí un gesto de rebeldía, y la rebeldía es uno de los aspectos de la personalidad humana que más hay que valorar, respetar y admirar. Donde no existe la rebeldía, el inconformismo y la lucha contra el Sistema –cualquier sistema-, se asienta el demonio del nihilismo, el mono tema, la desidia o el amorfismo político y humano.

Decía Nietzsche (tan denostado y tan desconocido), que el hombre (yo añadiría, y la mujer) auténticamente libre era aquél, o aquella, que se enfrentaba a las circunstancias dominantes de su época. No quiso decir –yo tampoco lo afirmo, ni mucho menos- que esto signifique llevar la razón, pero sí que hay una voluntad –voluntad de poder- de existir como ente diferente, como persona distinta a una entidad “cósmica” y “general” en la que buscar el refugio cómodo y el anonimato son unas tentaciones demasiado fuertes.

Luchar contra la corriente puede terminar agotando, pero sólo los salmones más fuertes, los que persisten en su intento, logran llegar a su destino y procrear nuevas generaciones. Los débiles viven –y mueren- en las pantanosas aguas de la dejadez y la impotencia camufladas de “seguridad”.

Francisco J. Segovia -Granada-

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