jueves, 4 de octubre de 2012

EL SIRVIENTE PERFECTO


No logré lo que quería. ¡Y eso que lo conocía como nadie! Así que... a la basura con él. ¿Acaso yo me habría rebelado...? ¿Contra mí mismo! Seguro que yo habría comprendido quién llegó el primero... En fin, discutimos sin podernos convencer: yo con lo del orden, él con lo de la idiosincrasia de cada cual... ¡Uf, sólo pude demostrarme que eso no conduce a nada (y me consta que a él le sucedió lo mismo, aunque no lo comentara como tampoco se lo hice yo). ¡Una pena en fin! Lo encargué pensando que sería el mejor de los esclavos posibles, quien con toda garantía me libraría de todo lo que me distraía o molestaba; lo que no podía dejar que se resolviese como fuese. En cuanto lo pensé... (¿Lo pensé cuando lo vi?) Me dije: podré dedicarme a escribir mientras se ocupa del resto... Hum, tal vez me lo imaginaba mientras contemplaba el cadáver, aún tibio a mis pies, sin saber si ese fue el mejor modo de solucionarlo, cuando los zumbidos del teléfono insertado en el oído me sobresaltaron. ¿Pudo haberse disparado un sensor colocado en el cuerpo, del que no había sido informado... que me habría denunciado en el acto? Moví la cabeza a uno y otro lado para descolgar y esperé sin decir nada; el corazón a punto de saltarme del pecho.
-Soy su consejero personal de “Amigos”... ¿Acaso desea otro aprovechando la oferta...?
¡Era increíble! ¡Resultaría que no dejarían de perseguirme para venderme algo...!
-Lo siento- dije antes de colgar-, no pienso volver a encargarles nada más.
Pero antes una pregunta: ¿llevaba un sensor, verdad, y no me lo dijeron; lo llevan todos, eh...?
-No sé de qué me habla, “amigo”. Lo que le estoy ofreciendo es un segundo clon como el previo.
La idea disparó algo en mi mente que había reprimido. Mi conciencia multiplicó el horror de la posibilidad.
¡Cómo iba a aceptar poner a prueba lo que podría llegar a ser el clon de un “previo”!

Carlos Suchowolski (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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